Pese a los inconvenientes que pusieron en duda su organización, finalmente la COP25 da la bienvenida a los delegados de casi 200 países para tener el último espacio de discusión sobre el cambio climático en la presente década.
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Por un par de días, la XXV Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático -COP25, por sus siglas en inglés-, estuvo en riesgo.
El encuentro, que estaba planeado para realizarse en Santiago de Chile, tuvo que ser trasladado a Madrid, debido a la agitada situación política que afronta el país sudamericano desde inicios de octubre.
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Sin embargo, la comunidad internacional reaccionó con prontitud ante la situación y evitó la suspensión de la COP25, un evento clave en la lucha contra el cambio climático, debido a todos los compromisos que se involucran en él.
La COP25 no solo es la última cita de la década en la agenda global para discutir sobre la crisis climática, sino que es el plazo final para los países que aún no asumen sus compromisos de cara a la entrada en vigor del Acuerdo de París en 2020.
2019 ha sido un año de grandes alertas para quienes se ocupan de los retos ambientales del planeta.
Primero fue el informe de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos -Ipbes-, que reveló el riesgo de extinción que corren cerca de un millón de especies naturales, y después la advertencia del reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático -IPCC- sobre la peligrosa relación entre la degradación del suelo y los efectos del tema a tratar en la COP25.
La más reciente alerta llegó por cuenta de la Organización Metereológica Mundial, con el anuncio de un nuevo récord de emisiones de dióxido de carbono (CO2) en 2018 - 407.8 partes por millón-. Estas señales han llevado a la comunidad científica a presionar por metas más ambiciosas y a esperar, de gobernantes y empresarios, una respuesta contundente en esta COP25.
Otro de los temas que deben resolverse en la COP25 es la financiación de los planes para adaptarse y contrarrestar el cambio climático, en especial la de los países más vulnerables.
Desde 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París, la intención era que países como Estados Unidos, China o las potencias de la Unión Europea -que son los que más contaminan- apoyaran económicamente a las naciones subdesarrolladas para implementar programas contra la crisis climática. Sin embargo, los avances en este aspecto no han sido suficientes.
Con la urgencia de acciones más ambiciosas, se espera que la COP25 promueva la consecución de mejores mecanismos y mayor financiación, con iniciativas como el Portal de Datos para el Financiamiento Climático, que permite hacer seguimiento de los aportes entregados al Fondo para el Medio Ambiente Mundial, el Fondo Verde para el Clima y el Fondo de Adaptación.
Si de pendientes se trata, la COP25 tendrá que ser el encuentro para conectar a Estados Unidos y China con los objetivos del Acuerdo de París.
Mientras el país norteamericano apenas presta atención a estas citas, el gigante asiático cumple con asistir, pero no asume los mismos compromisos que el resto de participantes -aún siendo responsables del 28,6% de las emisiones de CO2 del planeta-.
Ante la postura especulativa de China y el afán de Estados Unidos por salir del Acuerdo de París, la comunidad internacional tendrá en la COP25 el reto de llegar a acuerdos que vinculen a estas naciones, pues, sin su contribución, los esfuerzos del resto del mundo seguirán quedándose cortos.
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