Según el Global Risk Report 2019 del Foro Económico Mundial, el fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático es el segundo riesgo más probable y de mayor impacto en el planeta. ¿De qué se trata este tema y por qué no le prestamos la atención que merece?
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La urgencia climática que afrontamos ha llevado a encaminar los esfuerzos hacia dos tipos de estrategias: acciones de mitigación y acciones de adaptación al cambio climático.
Las acciones de mitigación consisten en reducir las emisiones contaminantes, para no contribuir más al cambio climático. Muchas organizaciones ya contemplan estrategias de este tipo, buscando la eficiencia energética, usando energías renovables, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero o poniendo en marcha planes de movilidad sostenible, entre otras alternativas.
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Por su parte, las acciones de adaptación permiten reducir nuestra vulnerabilidad frente a los efectos del cambio climático que ya son inevitables, como los fenómenos meteorológicos extremos o la escasez de recursos naturales.
Estas acciones consisten en aumentar la resiliencia en todos los aspectos de la sociedad, abarcando desde la construcción de infraestructuras que resistan desastres naturales -inundaciones, huracanes, etc.- hasta la adaptación de prácticas de cultivo para sobrevivir a sequías/olas de calor o la reforestación de bosques para recuperar las capacidades de los ecosistemas.
Si bien el despertar de conciencia sobre los temas climáticos en la sociedad ha derivado en la reducción de emisiones y la búsqueda de energías alternativas, el problema es que nos estamos conformando con implementar únicamente acciones de mitigación.
La adaptación al cambio climático -un tema igual de importante- todavía está confinado a la comunidad científica o los ambientalistas y, ante nuestra incapacidad de prestarle atención, empiezan a ser evidentes las consecuencias.
En California, por ejemplo, hubo en octubre vientos extremos que las infraestructuras no pudieron aguantar. Las agencias de electricidad cortaron el suministro a más de 800.000 familias durante varios días, para evitar los riesgos de incendios, y el planeta volvió a encender las alarmas sobre un problema que debería importarnos mucho más.
El Institute for Climate Economics -I4CE- y el think tank Terra Nova intentaron entender las razones de la inacción, mostrando además por qué es un error despreciar este desafío.
La primera razón que se atribuye a la inacción es la supuesta falta de información sobre los efectos que generará el cambio climático. Sin embargo, ya se tienen muchos datos sobre los diferentes escenarios de este fenómeno y sus posibles impactos, los más reconocidos provenientes de los reportes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático -IPCC-.
Otro de los argumentos es que las consecuencias del cambio climático son un problema del futuro, al cual podremos adaptarnos poco a poco. Esta idea no es solo falsa -basta con ver el aumento de las catástrofes naturales-, sino peligrosa; no se puede suponer que los cambios en nuestras formas de organizar ciudades, construir edificios o desarrollar agricultura se harán en un abrir y cerrar de ojos.
Seguir ignorando el problema supone mucho más que el fracaso en nuestra adaptación al cambio climático. Según I4CE y Terra Nova, los efectos de este fenómeno agravarán las desigualdades sociales y territoriales, pues impactarán de forma más fuerte a los habitantes de las regiones con menores recursos.
El fénomeno de migración climática ya es una realidad. En Bangladesh, los refugiados se ven forzados a huir por el aumento del nivel del mar, los tifones y la sequía. La capital Bracca está abrumada por esos flujos migratorios, que traen consigo un auge en la miseria y los conflictos sociales.
Con esta realidad, es evidente que no podemos seguir abordando la acción climática de la misma forma. Se necesitan inversiones y políticas públicas para enfrentar este problema, pero también un cambio en la mentalidad y las prioridades de todos los actores de la sociedad.
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