El Análisis de Ciclo de Vida -ACV- permite a las empresas evaluar su eficiencia en el uso de los recursos y definir estrategias para mejorar su gestión ambiental en todas las etapas de un proceso de producción.
La mitigación de los impactos sobre el medio ambiente es uno de los principales retos que enfrentan las empresas en el siglo XXI. El sector privado juega un rol fundamental en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de las otras metas que los países han ido adquiriendo por sus compromisos ante la comunidad internacional.
De allí que cada vez más se espere una gestión de sostenibilidad rigurosa por parte de estos actores, la cual garantice la implementación de medidas para reducir sus impactos negativos sobre el entorno y la búsqueda de soluciones que generen valor añadido al negocio. Es el caso del Análisis de Ciclo de Vida -ACV-, que sirve para medir el consumo de materia prima y las emisiones contaminantes asociadas a la fabricación de un producto.
El ACV surge ante la necesidad de comprender los impactos ambientales desde una perspectiva holística, que incluya desde la extracción hasta la disposición final de un producto o proceso. Se define en las normas ISO-14040 e ISO-14044 como una “herramienta de evaluación ambiental” basada en la metodología construida por la Organización Internacional para la Normalización.
Con el ACV se puede calcular el potencial de los impactos de un producto o proceso sobre diversos componentes del cambio climático, por eso resulta también en una iniciativa valiosa para evaluar la adaptación de una empresa frente a este fenómeno.
Para realizar un ACV se deben tener en cuenta los principios, marcos de referencia y requisitos establecidos en la metodología de la ISO, así como seguir las siguientes cuatro etapas:
1. Definir la meta y el alcance del estudio: establecer el objetivo del ACV es crucial pues es aquí donde se plantean las respuestas que se espera obtener por medio del análisis. En esta etapa se define el sistema, la función del sistema, la unidad funcional, la metodología de evaluación de impacto, los impactos ambientales a analizar y la audiencia.
2. Desarrollar el inventario: en esta etapa se definen los flujos de materia y energía en la entrada y los flujos de salida con respecto a las emisiones al aire, la tierra, el agua y a los desechos. A esta etapa también corresponde el cálculo de la intensidad de emisiones con respecto a la unidad funcional definida previamente.
3. Evaluación de los impactos ambientales: los flujos correspondientes al inventario son ‘traducidos’ en los impactos ambientales definidos en la primera etapa de esta metodología.
Existen diferentes metodologías para realizar la evaluación de impactos; cada una de ellas define múltiples categorías de análisis y por lo general las que se trabajan en el ejercicio son: impacto potencial sobre el cambio climático, agotamiento de la capa de ozono, toxicidad humana, efectos cancerígenos y no cancerígenos, material particulado, acidificación, eutrofización terrestre y acuática, ecotoxicidad, uso del suelo y agotamiento de recursos tanto renovables como no renovables.
Aunque no es exigido por el estándar, algunas herramientas permiten incluir aspectos económicos en el análisis. Los parámetros más evaluados son el costo del ciclo de vida, el análisis de insumo-producto económico y el análisis de costo-beneficio.
4. Análisis de resultados: en esta última etapa los resultados son analizados con el fin de identificar y cuantificar el potencial de los impactos ambientales del producto o proceso evaluado. Estos resultados son relevantes para tomar decisiones relacionadas con marcos legislativos, mejorar la eficiencia del proceso o producto analizado, transmitir información de eco-etiquetado y analizar las perspectivas de los actores involucrados a lo largo de la cadena de producción.
Cumpliendo con ese procedimiento, el ACV se convierte en una gran herramienta para analizar el desempeño energético y ambiental en la elaboración de un producto, en tanto entrega una radiografía del estado actual del proceso y permite definir acciones específicas para su mejoramiento, como planes de compensación o mitigación de impactos, proyectos de eficiencia energética, nuevos procesos de producción basados en innovación y nuevas líneas de producción impulsadas por un modelo de economía circular.