Aunque la máxima entidad del fútbol suramericano no fue la responsable de la suspensión del partido, las decisiones que tomó para responder a los sucesos del sábado la han puesto en el ojo del huracán.
Foto tomada de: RTVE
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Los incidentes que impidieron el desarrollo normal de la final de vuelta de la Copa Libertadores 2018 también dejaron un interrogante sobre la gestión de la Confederación Suramericana de Fútbol -Conmebol-.
Pese a no tener responsabilidad sobre los ataques que sufrió el plantel del Club Atlético Boca Juniors, la organización se convirtió en el foco de las críticas de los medios y los aficionados, no solo por la capacidad de respuesta que mostró el día de los sucesos, sino por las medidas que ha ido tomando desde entonces.
En otras palabras, aunque la Conmebol no haya tirado ni una piedra ni haya sido la culpable de la suspensión del partido, es la que peor está saliendo librada en todo este asunto.
También se está discutiendo la responsabilidad del Club Atlético River Plate en los incidentes o el papel que han asumido sus rivales en su condición de damnificados, pero estos debates están llenos de subjetividades. Hay hinchas, medios de comunicación y hasta políticos involucrados; todos defendiendo sus intereses.
El punto en que coinciden estos actores es en las críticas a la Conmebol, una organización que, además de cargar con el peso de los escándalos de corrupción de los últimos años, no es juzgada con los mismos criterios que los clubes o los jugadores. Por eso la reputación de River o de Boca no se ha visto tan afectada como la imagen de la confederación.
A continuación explicamos tres de los errores que tienen en duda la credibilidad de la máxima entidad del fútbol suramericano:
1. No fue coherente: hasta antes de anunciar la suspensión definitiva del encuentro, la postura de la Conmebol mostraba su intención de ver a los equipos en cancha definiendo el campeonato.
Después, las declaraciones de Alejandro Domínguez, presidente de la organización, fueron reiterativas en el rechazo frente a los actos vandálicos y en la solidaridad con el equipo que los sufrió. "El partido no se juega porque no hay igualdad de condiciones", decía Domínguez. Sin embargo, la información que se había filtrado en las redes sociales ya lo había dejado expuesto.
El interés de la Conmebol por jugar el partido se evidenció con la presión ejercida sobre los jugadores de Boca -versión que fue apoyada por los dirigentes de ambos clubes- y con otros factores que se mencionaron en el transcurso de la jornada, como la presencia del presidente de la Fifa en el estadio o los compromisos publicitarios y de transmisión que había adquirido.
2. No pensó en los afectados: en situaciones de crisis como la que vivió la Conmebol el sábado, lo primero que hay que considerar es el bienestar de las personas involucradas.
Investigar los hechos, establecer causas y tomar medidas al respecto son necesidades que quedan en un segundo plano. La confederación contó con sus intereses y el de sus aliados comerciales para tomar decisiones en un momento donde el único criterio que debía importar era el estado de salud de los jugadores.
Una suspensión más oportuna hubiera permitido a los aficionados desplazarse a sus casas y no regresar al día siguiente, sabiendo que las condiciones para jugar el encuentro todavía no estaban dadas. El desgaste, además del dinero y el tiempo invertidos, se pudo haber evitado.
3. No aprendió de sus errores: no es la primera vez que la organización enfrenta episodios de violencia alrededor de los partidos. Inclusive, hay un antecedente de hace tres años que involucra a los mismos clubes. Y en ninguno de los dos casos la Conmebol supo tomar la decisión adecuada en el momento indicado.
Lo que dan a entender estas fallas repetitivas es que la organización no tiene una cultura de mejoramiento continuo y que no trata de innovar en la resolución de los inconvenientes que se le presentan.
Más allá de la sanción que pueda recibir River o de quién termine coronándose campeón del torneo, la certeza que nos deja esta final es que la Conmebol tiene un montón de retos operativos y comunicativos por resolver si quiere reducir el impacto que futuros incidentes puedan tener sobre su reputación.
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